Erase una vez,
hace mucho tiempo, existía un mundo de magia, donde podríamos encontrar
hechiceros poderosos y hadas pícaras y juguetonas. Y todos ellos, vivían en
las profundidades de los bosques. Los hechiceros vivían en un pueblo
llamado Misterio y las hadas vivían en un pueblo vecino, llamado Amanecer.
Los hechiceros
eran unos tipos muy altos y corpulentos, los cuales siempre llevaban
consigo su varita mágica. Cojamos todos, la varita mágica, con la cual
haremos magia.
Un buen día
reunidos todos los aprendices a hechiceros, para jugar, se encontraron un
mapa en el suelo. Era un mapa con caminos, señales y dibujos, donde
indicaban hacia un gran tesoro. Todos los alumnos se agrupan en círculo
para poder ver el mapa, que lo sujetará el maestro/a.
De repente
Nirva, el aprendiz más joven pero atrevido, les propone a sus colegas, ir
en busca del tesoro. Todos de acuerdo: dijeron que si, saltando de alegría.
Nosotros
saltamos y giramos de alegría como ellos.
A la mañana
siguientes el grupo de hechiceros, con sus varitas mágicas, salen (andando)
en busca del tesoro y se adentraron aún más en las profundidades de los
bosques, apartando matorrales y hojas de los árboles con sus varitas.
Los alumnos
andan por la pista, con sus varitas y con su imaginación, despejando el camino
de obstáculos, en busca del tesoro perdido.
Pero Nirva, el
hechicero más atrevido, se despisto del grupo al percatarse de un hada
pequeña, que había tumbada al pie de un árbol. Esté se acercó hacia ella,
saltando las raíces de los árboles, que sobre salían de la tierra.
Los niños ahora
saltan las raíces, para llegar al hada.
El hada, en ese
momento, que estaba dormida se despertó y cuando vio al hechicero allí
junto a ella, le dio mucha alegría y no hacía nada más que revolotear
alrededor de Nirva.
Los niños
mueven los brazos de arriba abajo, como si tuvieran alas, como si sus
brazos fueran las alas.
Pero el
entusiasmo duró poco, cuando el hada se dio cuenta que Nirva estaba
completamente perdido, al igual que ella.
Ahora los niños
ponen caras tristes y andan por la pista muy cabizbaja.
Al principio no
sabían qué hacer, ya que tenían mucho miedo, pero al final se armaron de
valor, y decidieron volver a encontrar sus casas, así que con la varita
mágica del hechicero y los polvos mágicos del hada, decidieron empezar la
aventura.
Estaba de noche
ya, por lo que el hechicero delante con su varita iluminaba el camino y el
hada detrás le seguía, haciendo cualquier gesto de su compañero.
Nos ponemos por
parejas, uno detrás de otro, el primero con su varita hace lo que quiere y
el segundo lo imita en todo.
Ellos andaban y
andaban apartando los matojos de los árboles y matorrales, cuando de
repente el hechicero se paró en seco, al ver en el horizonte una montaña
que le resultaba familiar, muy cerca de su hogar, así es que corrieron
llenos de emoción y alegría.
En parejas uno
al lado del otro, corren por toda la pista con alegría y emoción.
Pero no era tan
fácil, ya que estaba oscuro y se encontraron con un camino lleno de piedras
muy grandes, que tenían que esquivar en zig-zag.
En pareja uno
detrás de otro, nos desplazamos por la pista en zig-zag.
Después
llegaron a un río, el cual tenían que atravesar nadando, y como no sabían
nadar, lo atravesaron por debajo de una gran cascada que había al final del
río. Casi sin aliento, pegando la espalda a la roca, anduvieron despacio,
hasta llegar a la otra orilla del río.
En pareja
cogidos de la mano, nos desplazamos de forma lateral por la pista, pero
despacio.
Siguieron
andando, pero el hambre y el sueño les sorprendieron, y en esas que vieron
una cueva, y se dirigieron a ella sin pensarlo, aunque para llegar a ella,
tenían que atravesar un barranco muy peligroso, ya que para ello, tenían
que andar por encima de un tronco que lo atravesaba.
En parejas uno
detrás de otro, por las líneas de la pista, nos desplazamos sobre ellas sin
salirnos, manteniendo el equilibrio.
Cuando llegaron
a la cueva, ya era casi de día, pero como estaban muy cansados decidieron
sentarse un poco y posteriormente tumbarse en el suelo para descansar. El hada
muy nerviosa no podía dormir y rodó en el suelo un poco, antes de quedarse
dormida.
Nos sentamos en
el suelo despacio y después nos tumbamos en el suelo, primero rodando un
poco y después relajándose.
Nirva escuchó
pasos, se despertó de inmediato para prestar atención, cuando de repente
sus amigos hechiceros irrumpieron en la cueva. ¡Nos encontraron hada
mágica! Dijo Nirva. Se levantaron y se abrazaron todos, dando saltos de
alegría porque ya estaban en casa.
Nos levantamos
y nos abrazamos todos unos con otros con alegría por el final feliz.
Finalmente, el
hada fue acompañada a su casa, por un hechicero experto que conocía y sabía
dónde vivían las hadas del bosque. Colorín Colorado, este cuento se ha
acabado.
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario